martes, 2 de septiembre de 2008

Una comida en familia

Aprovechando el buen tiempo y que con las vacaciones hacía algunas semanas que no nos veíamos, el último sábado de agosto vinieron mis padres y mi hermano a comer con nosotros.
En ocasiones anteriores hemos comido en el chiringuito de la piscina de la urbanización, que hay que reconocer que en verano es una auténtica maravilla (puedes comer entre árboles, en una terraza donde aunque haga mucho calor se está bien y sobre todo que bajas fresco después de haberte dado un "chapuzón en la piscina") si, ya sé que a lo mejor no es un sitio demasiado elegante, pero creo que todo tiene su momento.
Aunque pueda sorprender se come estupendamente, tanto de tapeo como de menú, y las paellas que se pueden encargar no tienen nada que envidiar a ninguna.
Esta vez, sin embargo, decidimos encargar una paella de las que he mencionado antes para comer en casa, que es otra de las facilidades del lugar y este es el resultado.

Una mesa puesta para una comida informal (ya se que las servilletas de papel no tienen excusa, pero es que me estoy volviendo muy práctica).



Detalles de mi vajilla de diario, la pobre tiene diez años y sigue aguantando, aunque cada vez le quedan menos piezas.



Y ahora del mantel, muy alegre, realizado por la abuela de mi marido.


Un poco de picoteo como entrante, pero comprado, que se trataba de no trabajar, o al menos hacerlo lo menos posible.




El plato fuerte de la jornada


Si el aspecto era bueno, el sabor aún mejor


Para acompañar, una sangría bien fresquita:


De postre, una tarta helada -de la que se me olvidó hacer fotos-.

Y para el final lo mejor:

Una buena sobremesa en la que, como debe ser, no faltó una conversación animada, y un buen café.

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