Parecía que por fin el sol se había instalado en nuestras vidas, que a 18 de abril ya es tiempo ¿o no?, pero ¡qué va! Ha sido un espejismo. Llevamos, otra vez, una semana entera de lluvia, aunque tengo que reconocerlo, al menos las temperaturas son más suaves.
Estos días sin actualizar no ha sido porque no haya hecho nada, sino porque he tenido tanta actividad, física y mental que no ha habido tiempo para escribir.
Mi hijo mayor ha estado en una granja-escuela tres días, lo que nos ha dado la excusa para empaquetar a la pequeña un día con sus abuelos. ¿Qué por qué? pues porque mi salud mental requería de una tarde-noche sin hijos, una tarde sin horarios, sin prisa y haciendo cosas de adultos, con adultos …
Desde hace algo más de un año que me uní a un grupo de fotografía,
LVM, busco una tarde de diario, para salir sin niños, pero con pareja y redescubrir mi ciudad. La excusa era tomar fotos para dicho grupo, pero lo cierto es que se ha convertido en un momento mágico, en el que paseo por las calles de Madrid, me siento en sus cafés, en sus terrazas (si el tiempo acompaña), le tomo el pulso (aunque levemente, todo hay que decirlo) a la vida cultural de la ciudad, visitando exposiciones, palacios, teatros, tabernas…
Pues aprovechando todo lo anterior el jueves pasado visitamos el
Real Jardín Botánico y tengo que decir que disfruté muchísimo. Que en pleno centro de Madrid se ubique un espacio verde, en el que apenas se oyen los coches, las prisas, donde los colores encuentran un lugar donde expandirse libremente pues que queréis que os diga, ¡Es un lujo!. No lo había visitado nunca y desde el momento en el que lo hice, se ha convertido en uno de mis paseos preferidos.
Un poco antes de las ocho de la tarde, aún en manga corta (increíble pero cierto, je,je,je), salimos del Jardín y recordé que
Ana, desde Vancouver, me mostró un carrillón que podía verse justo a las ocho muy cerca desde nos encontramos.
Hasta allí nos dirigimos y de forma puntual ¡faltaría más! que para eso es un reloj, las figuras del genial
Mingote nos sorprendieron desde el balcón.
Después, como ya es tradición en estas salidas mensuales, una cena de tapeo, en esta ocasión en la Plaza de Santa Bárbara (fuimos incapaces de encontrar La Cervecería Internacional) y una conversación divertida, regada con claras de limón y jamón, culminaron una tarde maravillosa.
Me acabo de dar cuenta que cuando eres madre trabajadora algo que para muchos es algo de lo más normal (también lo era para mi antes de la maternidad, todo hay que decirlo) se convierte en algo excepcional, maravilloso …
P.D. Todas las fotos están tomadas con la reflex nueva y aunque indudablemente la calidad es mejor, ¡cuánto tengo que aprender!
P.D.2: Esta tarde estamos de celebración, N. cumplió 8 AÑAZOS el viernes pasado, en la granja-escuela y hoy invita a sus amigos a merendar …(espero poder contarlo, ja,ja,ja)