Photowalk

El pasado sábado unos locos invadimos Madrid.

El reto era pasear por la zona de Triball, mientras dábamos rienda suelta a una de nuestras aficiones.

Lo curioso es que no nos conocíamos en persona (al menos la mayor parte), ni siquiera virtualmente, pero todos compartimos una afición común, esa que nos hace tirarnos al suelo sin ningún sentido del ridículo, esa que hace que nos subamos a cualquier objeto que encontremos a nuestro paso, esa que nos hace fijarnos en las cosas más insólitas, esa que nos hace ver el mundo de otra manera.

El punto de encuentro era una de las bocas de metro de Tribunal, en pleno centro. Fuimos llegando poco a poco, de uno en uno, como en cuentagotas. Sin saber muy bien con qué nos íbamos a encontrar.

Cuando era evidente que había más personas en la misma situación, empezamos a preguntarnos los unos a los otros si estábamos allí para lo mismo. Los saludos y presentaciones empezaron, al principio entre risas nerviosas pero rapidamente un ambiente de lo más cordial empezó a respirarse. Poner cara a los avatares de los que, en el mejor caso, teníamos referencia, provocó más de una sorpresa.

Nos colocamos nuestras etiquetas (gracias Idania y Nicole) para identificarnos y tras unos minutos de alboroto empezamos de la manera más natural nuestro recorrido.

Al tiempo que comenzábamos a andar, fuimos sacando nuestras cámaras, y mientras nos íbamos conociendo los unos a los otros, empezamos a disparar a todo aquello que llamara nuestra atención.

33 fotógrafos, más acompañantes, nos juntamos la tarde del primer sábado de otoño con el deseo de realizar un Photowalk por Madrid, el primero para muchos de nosotros.

Foto de Nicole
que además de hacer unas fotos magníficas, organizó el photowalk en Madrid

Cuatro horas redescubriendo una zona por la que hacía mucho tiempo que no iba, comprobando como la que fue una de las zonas más decadentes se ha ido convirtiendo poco a poco y con el esfuerzo de algunos en una de las zonas con más vida de la ciudad. Encontrar que los cafés de siempre se llenan de gente joven que entre batidos pasan la tarde; tiendas pequeñas con algo especial en las que se pueden encontrar desde los muffins más apetecibles hasta los papeles de regalo más originales; locales donde tomarte un mojito mientras charlas animadamente; bares/mini-restaurantes de comida rápida pero con productos de calidad; negocios diferentes en los que sus dueños optan por vender algo más que un producto, un estilo de vida. Pasear por calles donde la gente pierde el miedo a ser fotografíado, donde los coches son casi invisibles y el medio de transporte usado es la bici o la vespa, donde los nuevos diseñadores salen del circuito habitual para acercar sus prendas a un público que busca salirse del rebaño. Todo eso hace que la tarde del sábado fuera por lo menos especial.

Si a todo eso le añadimos un intercambio de experiencias y puntos de vista con otros apasionados de la fotografía y un atardecer espectacular desde una de las zonas más fotogénicas de mi ciudad, sólo puedo decir que ¡QUIERO REPETIR!