Un rayo de sol salió el pasado viernes.
Tras muchos días grises, recorriendo la escala cromática del color, un plan inesperado, un café en buena compañía y las risas de niños de cuatro y cinco años iluminaron el día casi casi desde que éste empezó.
Siguen siendo días difíciles, sombríos y tristes pero a veces, conseguimos ver la luz. Una luz que todo lo puede, que acrecienta nuestra energía y las ganas de llegar al final de la etapa. Una luz que nos llena de esperanza y de ilusión.
Madrugué como cualquier viernes, y como casi cualquier viernes me demoré más de lo preciso en salir de casa. Carita de pena y chófer hasta la puerta del trabajo. Abrazos y palabras solidarias, sorpresa y confirmación. Te corresponden cuatro días, ni dos ni tres; cuatro días naturales. Miré mi ordenador, miré a mis compañeros y salí corriendo al tiempo que recogía mi abrigo. Llamada apresurada, cambio de planes y desayuno, con zumo de naranja, cogidos de la mano.
Recorrí la Castellana, dejé que el frío cortara mi respiración, al tiempo que el sol calentaba mi rostro. Buscamos el palacete y una vez encontrado, nos pusimos a la cola.
Jubilados sin fronteras, amigas de buen ver y mejor parecer, colegiales ruidosos y nosotros. Nosotros cogidos de la mano.
Hace frío, mucho frío, pero no importa, los “impresionistas” me esperan. Es un gusto que las empresas y los bancos decidan invertir en arte, que con el dinero que manejan inviertan en cultura. Es un lujo que a Madrid lleguen los cuadros del
Museo d’Orsay de Paris, y que además puedas contemplarlos gratis. Es una suerte que una mañana de diario pueda visitar una exposición de pintura de mi estilo/época preferida.
De la mano de Manet se inicia un recorrido por una época en la que también brillan Renoir, Monet, Pissarro, Cézanne, Degas, Sisley, Bazille …Una época en la que sin olvidar el conocimiento anterior, apuestan por un futuro de tolerancia.
Si no has tenido la suerte de visitar Paris, si aún habiendo visitado la ciudad de la luz pasaste de largo por el Museo d’Orsay o si simplemente quieres disfrutar de los impresionistas como hice yo, puedes pinchar
aquí y realizar una visita virtual.
Otra vez cogidos de la mano, dirigimos nuestros pasos hacia el
Café Gijón, un café lleno de historia. De HISTORIA en mayúsculas y de historias. De poesía y narrativa.
UN CAFÉ de los de antes, de lo de ahora, de los de siempre ...